top of page

Las manos de mi madre

Actualizado: 9 abr 2024

Eleonora Lemo

Para mi amada madre.

13 de diciembre 2021

No recuerdo sus manos lisas ni juveniles, ni tampoco las recuerdo acariciándome. En cambio, las veo mojadas entre platos y detergente. Lavando ropa, sábanas empapadas en pichí y pañales llenos de caca. Las recuerdo rosadas y venosas, con los nudillos pronunciados e incluso algunos deformados. Colgando ropa limpia con aroma a jabón de glicerina en las cuerdas que cruzaban de un lado a otro el inmenso patio de mi casa en aquella época.

Había latones atravesando el baño, uno con los pañales sucios en remojo, otro con las sábanas, y luego, quizás la lavarropa, que facilitó un poco la tarea de criar a cuatro hijos, hasta mis cuatro años, y luego a otros dos con una diferencia de cuatro años.

Cuando tenía nueve años, éramos seis hermanos. Reflexiono sobre mi madre y no comprendo cómo pudo sobrevivir, y sobre todo, cómo logramos sobrevivir nosotros en esa casa.

Casi todos los días amanecía oscuro y húmedo, con mis sábanas empapadas de orina. Los días más agradables eran aquellos en los que amanecía seca. Era un verdadero milagro. Pero eso no disminuía mi entusiasmo por jugar. Sabía que llegaría el día en que no tendría frío al despertar.

Me dirigía al baño, que mi madre ya había calentado con una lata llena de alcohol encendido. Allí, nos esperaba una palangana con agua tibia para bañarnos. Era un mimo para mí ese momento; me sentía fresca y limpia, vestida con una bombacha blanca, pantalones de pana marrón, una polera o camiseta, y encima, dos buzos de lana tejidos por ella misma.

Al salir del baño, podía sentir el aroma a tostadas y té con leche. En el corredor, la hilera de ropa tendida, cerca de las estufas de queroseno.

Finalmente, peinada, mi hermana Ale me dejaba elegir si llevar dos colitas o dos trencitas. Pero eso fue más adelante, cuando mi cabello había crecido. No adelantemos acontecimientos.

Mi madre, de espaldas como un pulpo, sacaba las tostadas para que no se quemaran, rodajas de flautín del día anterior. Añadía té negro a la tetera, que hervía sobre la hornilla de uno de los primus. La leche en la hervidora ya estaba por hervir; debía apurarse para que la espuma bajara a tiempo y no se derramara. Luego, la dejaba reposar un rato para que la nata quedara arriba y así poder darnos leche con menos grasa. A mis hermanas no les gustaba la nata, pero a mí me encantaba cuando se formaba en la taza y la recogía con los dedos. Después, un chorrito de té negro. Las tostadas las comíamos con queso para untar o dulce de membrillo. La manteca estaba prohibida, y el dulce de leche solo se permitía en ocasiones muy especiales, si mi hermano Gastón no se lo había comido todo. Bueno, quizás yo también lo disfrutaba a cucharadas por las tardes y en secreto. Tostadas con dulce de leche eran un verdadero manjar.

A esa hora, la mañana ya había amanecido, y nos poníamos nuestras túnicas, con la moña de raso azul marino; si llovía, botas de lluvia y un impermeable tipo poncho "pilot". En caso contrario, mocasines de cuero. Lo más difícil era llevar dos medias del mismo par, aunque siempre me las arreglaba para disimular doblándolas o escondiéndolas debajo de los pantalones. Me gustaba mucho llevar pollera, pero como era la cuarta hermana y antes que yo había un hermano, casi siempre heredaba sus pantalones. Mi madre nos daba un pan "Marsellés" partido por la mitad, con queso o dulce de membrillo como merienda. Lo más lindo era cuando tenía cinco pesos para comprarle una pizza o biscochos a la casera de la escuela. ¡Qué delicia!


Pero mi madre no solo tenía esas manos, también tenía otras manos perfectas: manos de bronce, de yeso, de mármol e incluso manos de carne y hueso en fotografías que coleccionaba. Sí, una colección de manos. Yo era demasiado pequeña para cuestionarlo; lo aceptaba como algo completamente normal. Seguramente le gustaban las manos, y en verdad eran hermosas: delicadas, perfectas y parecía como si tuvieran movimiento, aunque fueran solo fotografías o recortes de revistas y periódicos. Estaban guardadas en el baúl de las cosas importantes para mi madre, junto con collares, prendedores con piedras de colores, cartas, tarjetas y algunas fotografías.

Comentários


bottom of page