Te traje este caracol
- Eleonora Lemo Estrada
- 25 sept 2023
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 15 oct 2023
© Eleonora Lemo Estrada, 2020
Había una vez una niña, apenas tenía 5 años y vivía con su padre, un carpintero de oficio. Su modesta casita se encontraba cerca de la playa, y su madre había fallecido al dar a luz.
Cuando su padre debía ausentarse para realizar algún encargo o entregar un trabajo, solía dejar a su hija al cuidado de la vecina. Pero un día, el padre tuvo que ir en busca de materiales, y la vecina no estaba disponible. La niña, obediente e inteligente, decidió quedarse en casa mientras su padre cumplía con su tarea. Antes de partir, le dio instrucciones claras: no debía abrir la puerta a nadie, jugar con sus muñecas y prometió regresar pronto. La niña asintió, y su padre la dejó con un abrazo y un beso en cada mejilla.
La niña jugó con sus juguetes por un tiempo, observando por la ventana en busca de la llegada de su padre. Pero el aburrimiento la llevó al jardín. Allí, miraba a los pájaros y las ramas meciéndose al viento. Arrancó una flor y se aventuró hasta la vereda, donde buscó el auto de su papá. Mientras esperaba, vio una oveja pastando en el jardín de enfrente y fue a tocar su lana. Después, miró hacia la lejana y blanca playa. A pesar del viento, el día era cálido. Decidió correr hasta el médano para ver el agua, ya que desde allí no podía verla debido a la altura del médano y su corta estatura.
El agua tenía un color verde transparente, y la playa estaba desierta. Caminó hasta la orilla y encontró caracoles hermosos, pero estaban más adentro y no quería mojar sus zapatos. Así que se los quitó y remangó sus pantalones. Se adentró un poco más en el agua y tomó un caracol más grande. El agua estaba tibia, pero las olas eran divertidas, y ella corría cuando las olas se acercaban.
En ese momento, una mujer pasó y vio a la niña.
—¿Estás sola? —le preguntó la mujer.
La niña la miró, pero no respondió.
La mujer se acercó y, suavemente, retiró un mechón de cabello del rostro de la niña antes de preguntar:
—¿Cómo llegaste sola hasta aquí?
—Este caracol es para mi papá —respondió la niña.
La mujer, preocupada, le dijo:
—Eres muy pequeña para estar aquí sola, siempre debes estar acompañada por tu papá. Será mejor que regreses a casa.
La niña se calzó sus zapatos, tomó el caracol y lo sujetó con fuerza en su manita antes de caminar de regreso a casa junto a la mujer.
Al llegar, su padre apenas había cerrado la puerta, y la niña que acababa de regresar le entregó el caracol, que aún estaba mojado, al igual que su mano, sus pantalones y los zapatos llenos de arena.
El padre, finalmente consciente de lo que podría haber sucedido, no dijo una palabra y abrazó a su hija mientras las lágrimas caían.
La niña señaló hacia la ventana y dijo:
—Esa mujer estaba en la playa.
El padre miró, pero no vio a nadie afuera.
—¿Qué mujer, hija? No veo a nadie —respondió el padre y salió apurado en busca de la misteriosa mujer, pero solo vio una gaviota volando hacia la playa
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