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El vuelo a lo infinito

Actualizado: 12 ago 2024


© Eleonora Lemo

10/10/2023


Al atravesar la puerta, experimenté un frío que nunca había sentido, pero no era un frío

común. Era indescriptible, una sensación que trascendía las palabras. Todo cambió: la

diferencia entre lo seco y lo húmedo, el frío y el calor, el amor y el odio. Cruzar esa

puerta me transformó, como si me hubiera convertido en alguien diferente.

Mi boca se secó con un sabor dulce de hambre y sed, y mis manos tocaron el mármol

que sostenía mi cuerpo. Murmullos me rodeaban, personas invisibles pero

extrañamente familiares. ¿Sería ahora una de ellas? Estaba en este lado, en esta

realidad. La incertidumbre me envolvía.

Sin poder ver, me animé a salir sin mi cuerpo, flotando entre tumbas y árboles, volando

como siempre había deseado. Ya no sentía hambre ni sed, ni frío. Era libre, podía ver,

escuchar y viajar a cualquier lugar. Volé sobre las copas de los árboles, surqué los ríos

y alcancé la cima de una montaña. Crucé la atmósfera y me alejé cada vez más, hasta

que el planeta se convirtió en un punto distante. Llegué a la luna y comprendí que, si

seguía, finalmente podría tocar las estrellas.

Pero un impulso irresistible me llevó hacia el sol. Y aquí estoy, de vuelta al inicio, como

si el ciclo de la vida y la muerte fuera una danza eterna.

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